20150730

La mitad de la voluntad es impura y ardiente.
El alma de las cosas, la belleza, sólo nos revela
Cuando no codiciamos nada, cuando nuestra mirada
es pura contemplación. Si miro un bosque que preten-
do comprar, arrendar, talar, usar como coto de caza
o gravar con una hipoteca, no es el bosque lo que veo,
sino solamente su relación con mi voluntad, con mis
planes y preocupaciones, con mi bolsillo. En ese caso 
el bosque es madera, joven o viejo, esta sano 
o enfermo. Por el contrario, si no quiero nada
de él, contemplo su verde espesura con 
“la mente en blanco”,
bosque, naturaleza
y vegetación; y hermoso.

Lo mismo ocurre con los hombres y sus 
semblantes. El hombre al que contemplo con 
temor, con esperanza, con codicia, con 
propósitos, con exigencias, no es un hombre, es
sólo un turbio reflejo de mi voluntad. Le 
miro, consciente o inconscientemente, con
sonoras preguntas que le disminuyen y falsean: 

¿Es accesible, o es orgulloso? ¿Me respeta?
¿Puedo influir en él? ¿Sabe algo de arte? Los 
hombres con quienes tratamos, los vemos a través
de mil preguntas semejantes a éstas y creemos
conocer al ser humano y ser buenos psicólogos
cuando conseguimos descubrir en su aspecto, en 
su actitud y conducta aquello que sirve o perjudica
a nuestros propósitos. Pero esta convicción carece
de valor, y el campesino, el buhonero o el abogado
de oficio son superiores, en esta clase de psicología,
a la mayor parte de políticos y científicos.

En el momento en que la voluntad descansa y 
surge la contemplación, el simple ver y entregarse,
todo cambia. El hombre deja de ser útil o 
peligroso, interesante o aburrido, amable 
o grosero, fuerte o débil. Se convierte en
naturaleza; hermoso y notable como todas las
cosas sobre las que se detiene la 
contemplación pura. Porque contemplación
no es examen ni critica, solo es amor. 
Es el estado más alto y deseable de 
nuestra alma: el amor desinteresado.

Hermann Hesse

20130711

Viendo más allá de cada acto, está ahí descubriendo en cada detalle lo que nadie más ve, lo que esconde cada momento; demasiado sensible para este mundo: Bécquer

Cerraron sus ojos
Que aun tenía abiertos;
Taparon su cara
Con un blanco lienzo;
Y unos sollozando,
Otros en silencio,
De la triste alcoba
Todos se salieron.

La luz, que en un vaso
Ardía en el suelo,
Al muro arrojaba
La sombra del lecho,
Y entre aquella sombra
Veíase a intervalos
Dibujarse rígida
La forma del cuerpo.

Despertaba el día
Y a su albor primero,
Con sus mil ruidos
Despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
De vida y misterios,
De luz y tinieblas,
medité un momento:
¡Dios mío, qué solos
Se quedan los muertos!

De la casa, en hombros,
lleváronla al templo,
y en una capilla
dejaron el féretro.
Allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros.

Al dar de las ánimas
el toque postrero,
acabó una vieja
sus últimos rezos;
cruzó la ancha nave,
las puertas gimieron
y el santo recinto
quedose deserto.

De un reloj se oía
compasado el péndulo,
y de algunos cirios
el chisporroteo.
Tan medroso y triste,
tan oscuro y yerto
todo se encontraba...
que pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!

De la alta campana
la lengua de hierro
le dio volteando
su adiós lastimero.
El luto en las ropas
amigos y deudos
cruzaron en fila
formando el cortejo.

Del último asilo,
oscuro y estrecho,
abrió la piqueta
el nicho a un extremo.
Allí la acostaron,
tapáronle luego,
y con un saludo
despidiose el duelo.

La piqueta al hombro,
el sepulturero,
cantando entre dientes,
se perdió a lo lejos.
La noche se entraba,
reinaba el silencio:
perdido en las sombras,
medité un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!

En las largas noches
del helado invierno,
cuando las maderas
crujir hace el viento
y azota los vidrios
el fuerte aguacero
de la pobre niña
a solas me acuerdo.

Allí cae la lluvia
con un son eterno;
allí la combate
el soplo del cierzo,
del húmedo muro
tendida en el hueco,
¡acaso de frío
se hielan sus huesos!...

¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es vil materia,
podredumbre y cieno?
¡No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
que al par nos infunde
repugnancia y duelo,
al dejar tan tristes,
tan solos los muertos!

El hermoso consuelo de encontrar el mundo en un alma, 
de abrazar a mi especie en una criatura amiga.

F HOLDERLIN
Son muchas las cosas, los momentos, los actos de la vida que me dejan pensándolos, imaginándolos, intentando comprenderlos; una y otra vez aparecen en mi mente y se pasean de distintas formas, en diferentes estados o circunstancias; los trato de analizar con la razón y la sensibilidad, los trato de hacer míos para que no huyan, y algún día así, de tanto levantarlos, girarlos, abrirlos, aparezca una gota de comprensión, o un consuelo para mi ansiedad. No sé si sirve, pero me alivia. Mi imaginación se abre, e inventa respuestas muy atractivas, que me reconfortan y me hacen creer que algo tienen de verdad. Todo puede ser. Todo puede ser perfecto algún día, todo puede tener un sentido. Y si no lo busco, cómo sigo? No tendría más impulso. Encontrar crear acá lo que quizás exista en estado natural en algún otro espacio del tiempo, eso quiero. Poder hacer de mi amor energía, la primera y más importante, la que hable sin hablar, y entienda sin entender, la que me haga sentir que no soy más que una parte de todo este lugar que a veces siento tan ajeno.

20120804


Última carta del Diario de Ana Frank.

Martes, 1 de agosto de 1944

Querida Kitty:
«Un manojo de contradicciones» es la última frase de mi última carta y la primera de
ésta. «Un manojo de contradicciones», ¿serías capaz de explicarme lo que significa?
¿Qué significa contradicción? Como tantas otras palabras, tiene dos significados, contradicción por fuera y contradicción por dentro. Lo primero es sencillamente no
conformarse con la opinión de los demás, pretender saber más que los demás, tener la
última palabra, en fin, todas las cualidades desagradables por las que se me conoce, y lo
segundo, que no es por lo que se me conoce, es mi propio secreto.
Ya te he contado alguna vez que mi alma está dividida en dos, como si dijéramos. En una
de esas dos partes reside mi alegría extrovertida, mis bromas y risas, mi alegría de vivir y
sobre todo el no tomarme las cosas a la tremenda. Eso también incluye el no ver nada
malo en las coqueterías, en un beso, un abrazo, una broma indecente. Ese lado está
generalmente al acecho y desplaza al otro, mucho más bonito, más puro y más profundo.
¿Verdad que nadie conoce el lado bonito de Ana, y que por eso a muchos no les caigo
bien? Es cierto que soy un payaso divertido por una tarde, y luego durante un mes todos
están de mí hasta las narices. En realidad soy lo mismo que una película de amor para los
intelectuales: simplemente una distracción, una diversión por una vez, algo para olvidar
rápidamente, algo que no está mal pero que menos aún está bien. Es muy desagradable
para mí tener que contártelo, pero ¿por qué no habría de hacerlo, si sé que es la pura

verdad? Mi lado más ligero y superficial siempre le ganará al más profundo, y por eso
siempre vencerá. No te puedes hacer una idea de cuántas veces he intentado empujar a
esta Ana, que sólo es la mitad de todo lo que lleva ese nombre, de golpearla, de
esconderla, pero no lo logro y yo misma sé por qué no puede ser.
Tengo mucho miedo de que todos los que me conocen tal y como siempre soy, descubran
que tengo otro lado, un lado mejor y más bonito. Tengo miedo de que se burlen de mí, de
que me encuentren ridícula, sentimental, y de que no me tomen en serio. Estoy
acostumbrada a que no me tomen en serio, pero sólo la Ana «ligera» está acostumbrada a
ello y lo puede soportar, la Ana de mayor «peso» es demasiado débil. Cuando de verdad
logro alguna vez con gran esfuerzo que suba a escena la auténtica Ana durante quince
minutos, se encoge como una mimosa sensitiva
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 en cuanto le toca decir algo, cediéndole
la palabra a la primera Ana y desapareciendo antes de que me pueda dar cuenta.
O sea, que la Ana buena no se ha mostrado nunca, ni una sola vez, en sociedad, pero
cuando estoy sola casi siempre lleva la voz cantante. Sé perfectamente cómo me gustaría
ser y cómo soy... por dentro, pero lamentablemente sólo yo pienso que soy así. Y ésa
quizá sea, no, seguramente es, la causa de que yo misma me considere una persona feliz
por dentro, y de que la gente me considere  una persona feliz por fuera. Por dentro, la
auténtica Ana me indica el camino, pero por fuera no soy más que una cabrita exaltada
que trata de soltarse de las ataduras.
Como ya te he dicho, siento las cosas de modo distinto a cuando las digo, y por eso tengo
fama de correr detrás de los chicos, de coquetear, de ser una sabihonda y de leer novelitas
de poca monta. La Ana alegre lo toma a risa, replica con insolencia, se encoge de
hombros, hace como si no le importara, pero no es cierto: la reacción de la Ana callada es
totalmente opuesta. Si soy sincera de verdad, te confieso que me afecta, y que hago un
esfuerzo enorme para ser de otra manera, pero que una y otra vez sucumbo a ejércitos
más fuertes.
Dentro de mí oigo un sollozo: «Ya ves lo que has conseguido: malas opiniones, caras
burlonas y molestas, gente que te considera antipática, y todo ello sólo por no querer
hacer caso de los buenos consejos de tu propio lado mejor.» ¡Ay, cómo me gustaría
hacerle caso, pero no puedo! Cuando estoy callada y seria, todos piensan que es una
nueva comedia, y entonces tengo que salir del paso con una broma, y para qué hablar de
mi propia familia, que en seguida se piensa que estoy enferma, y me hacen tragar píldoras
para el dolor de cabeza y calmantes, me palpan el cuello y la sien para ver si tengo fiebre,
me preguntan si estoy estreñida y me critican cuando estoy de mal humor, y yo no lo
aguanto; cuando se fijan tanto en mí, primero me pongo arisca, luego triste y al final
termino volviendo mi corazón, con el lado malo hacia fuera y el bueno hacia dentro,
buscando siempre la manera de ser como de verdad me gustaría ser y como podría ser...
si no hubiera otra gente en este mundo.

20120619

Qué coraje...

Y PORQUE Amor combate
no sólo en su quemante agricultura,
sino en la boca de hombres y mujeres,
terminaré saliéndole al camino
a los que entre mi pecho y tu fragancia
quieran interponer su planta oscura.
De mí nada más malo
te dirán, amor mio,
de lo que yo te dije.
Yo viví en las praderas
antes de conocerte
y no esperé el amor sino que estuve
acechando y salté sobre la rosa.
Qué más pueden decirte?
No soy bueno ni malo sino un hombre,
y agregarán entonces el peligro
de mi vida, que conoces
y que con tu pasión has compartido.
Y bien, este peligro
es peligro de amor, de amor completo
hacia toda la vida,
hacia todas las vidas,
y si este amor nos trae
la muerte o las prisiones,
yo estoy seguro que tus grandes ojos,
como cuando los beso
se cerrarán entonces con orgullo,
en doble orgullo, amor,
con tu orgullo y el mío.
Pero hacia mis orejas vendrán antes
a socavar la torre
del amor dulce y duro que nos liga,
y me dirán: -"Aquella
que tú amas,
no es mujer para ti,
por qué la quieres? Creo
que podrías hallar una más bella,
más seria, más profunda,
más otra, tú me entiendes, mírala qué ligera,
y qué cabeza tiene,
y mírala cómo se viste
y etcétera y etcétera."
Y yo en estas líneas digo:
así te quiero, amor,
amor, así te amo,
así corno te vistes
y como se levanta
tu cabellera y como
tu boca se sonríe,
ligera como el agua
del manantial sobre las piedras puras,
así te quiero, amada.
Al pan yo no le pido que me enseñe
sino que no me falte
durante cada día de la vida.
Yo no sé nada de la luz, de dónde
viene ni dónde va,
yo sólo quiero que la luz alumbre,
yo no pido a la noche
explicaciones,
yo la espero y me envuelve,
y así tú, pan y luz
y sombra eres.
Has venido a mi vida
con lo que tú traías,
hecha
de luz y pan y sombra te esperaba,
y así te necesito,
así te amo,
y a cuantos quieran escuchar mañana
lo que no les diré, que aquí lo lean,
y retrocedan hoy porque es temprano
para estos argumentos.
Mañana sólo les daremos
una hoja del árbol de nuestro amor, una hoja
que caerá sobre la tierra
como si la hubieran hecho nuestros labios,
como un beso que cae
desde nuestras alturas invencibles
para mostrar el fuego y la ternura
de un amor verdadero.

Pablo Neruda

20120323



Cansada de los boludos y sus boludeces